Con estas palabras que escribo a
continuación pretendo transmitir como vivo y siento personalmente la
fisioterapia y no pretendo que conozcáis todas y cada una de las formaciones
que he recibido, ya que me atrevo a afirmar que todas ellas no me convierten en
mejor profesional. Para poder mostraros mi perspectiva es necesario remontarnos
donde nació esta gran vocación. En
el inicio de mi camino como aprendiz de la profesión, me explicaron que la fisioterapia
es una rama de las ciencias de la salud
que utiliza los agentes físicos para realizar la valoración y el tratamiento
de las patologías que afectan al ser humano. Esta frase que percibí como “extremadamente
sencilla”, la memoricé sin más. Después de unos largos años, cuando me
encontraba en el final de la formación, aprecié que esta frase tan “extremadamente
sencilla”, debía meditarla con atención. Debía elegir que elementos físicos serían los que me acompañarían en cada
tratamiento, ya que dependiendo de la utilización de unos u otros, el trato con
la persona es diferente. Debía elegir entre ser un profesional que utiliza en
mayor medida elementos novedosos y sorprendentes, que permiten llevar a cabo el
tratamiento de varias personas a la vez, o ser un profesional que utiliza como
principal medida de tratamiento las manos,
que se acompaña de la necesidad de permanecer al lado del paciente en cada
momento de su tratamiento. Esta continua relación permite conocer muchos más
detalles sobre la salud y la forma de entender la vida del paciente, detalles que
son imprescindibles para eliminar la
patología desde su origen y no simplemente paliar los síntomas, los cuales en
un determinado tiempo volverán a reaparecer. Como yo deseaba ser fisioterapeuta
para curar a las personas, decidí
emprender el camino de la terapia manual,
que me permite tener una relación muy personal con el paciente, me ayuda a
conocerlo profundamente y de esta manera
me permite descubrir el origen del problema y así poder ofrecerle un
tratamiento adecuado y eficaz.
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